viernes, 7 de noviembre de 2014



Queridos amigos:

Todo el mundo está interesado en saber  cómo he encontrado el ambiente del país a mi vuelta. Pues tengo que deciros que estamos en paz, aunque no ganamos para sustos. Aquí hay un partido político, katangués, apoyado por el que fue gobernador de la provincia y que ocasionó no pocas pérdidas humanas y destrozos cuantiosos hace unos años. Se permiten imponer su ley y han creado una especie de ejército paralelo, con cárceles propias, etc., impartiendo castigos y multas a su antojo.
Resulta, que hace unos días, los militares  de un campo de entrenamiento que se encuentra en los parajes, fueron a buscar comida por su cuenta, ya que el gobierno no les da de comer y uno de ellos tuvo la desgracia de entrar a robar en una casa en la que se encontraban algunos militantes de este partido. Le agarraron al soldado, le dieron una buena manta de palos y murió a los pocos días. Se enteraron sus compañeros y llegaron todos los del campo militar para dar un escarmiento a los civiles. Saquearon algunas tiendas del barrio, dispararon sus armas y parece que hubo que lamentar algunos muertos. Los enfrentamientos duraron varios días y las autoridades han decretado toque de queda desde las siete de la tarde hasta las cinco de la mañana. La gente evita pasear desde el atardecer porque se puede encontrar con una patrulla de estos militares, y si tiene suerte, le van a respetar su integridad física pero a costa de vaciarle de cuanto lleva en los bolsillos.
Parece que hay como unos 300 militares de éstos que ha terminado ya su formación y debían de ser conducidos al frente, pero se han escapado con sus armas y crean una situación de inseguridad en nuestra zona. Ya no entran a robar en los campos  sino que   esperan escondidos al borde de  la carretera y cuando se acerca alguien cargado con un saco de maíz que regresa de los campos, le paran y le roban lo que lleva. Eso, si también tiene suerte, porque se expone a que le hagan transportar el saco hasta el lugar en el que tienen el campamento. Nunca se sabe dónde están, unas veces no aparecen o aparecen en lugares diferentes, pero la gente tiene miedo de encontrarse con ellos y hay quien ha decido no arriesgarse más en esa carretera y prefieren dejar que el maíz se estropee en el campo, incluso que le roben todo, con tal de evitar un encuentro con estos militares que trabajan con toda impunidad.

He tenido suerte sin querer, ya que tenía que haber ido por esa carretera para visitar algunos poblados, entre ellos, el que poco a poco estamos levantando con un grupo de personas que decidieron volver al campo porque no encontraban trabajo en la ciudad. Hasta ahora no se había dado el caso de que asaltaran a ningún vehículo pero eso podría ocurrir en cualquier momento. Afortunadamente, me aconsejaron que no se me ocurriera ponerme en camino, no tanto por la presencia militar, sino porque iba a quedar embarrado en cualquier momento. Ha llovido más cantidad que otras veces y hay zonas en las que no se puede pasar ni con un vehículo todo terreno. Los grandes camiones que circulan para el transporte de los minerales que se encuentran en esta zona, han abierto unas zanjas profundas que impiden que los vehículos más pequeños puedan recorrer los poblados y transportar el maíz, las alubias, o la mandioca con la que tenían costumbre de comerciar con la ciudad.

Durante la Semana Santa se ha notado un fuerte bajón en la presencia de los fieles a las ceremonias litúrgicas, especialmente el Sábado Santo. La gente temía a estos militares que desde el anochecer permanecen escondidos, aprovechando la sombra de un árbol o la espesura de un seto, y en cuanto ven a un solitario por la calle, le salen al camino enseñándole sus bayonetas y le dejan limpio. Se ha denunciado el caso a las autoridades militares pero no hacen caso. Dicen que se trata de unos desertores y que no pueden controlar a todos los que están en el campo militar. Ya han terminado la formación y el gobierno no les manda más comida, con lo cual son ellos mismos los que lo buscan a su manera para no morir de hambre. Están formados para el combate, pero nadie se encarga de ellos y vagabundean por las calles y los poblados vecinos sembrando el terror en cuanto aparecen por una esquina.

Hace un par de semanas ha ocurrido un grave accidente de tren. Se trata de un tren mercancías que en una cuesta abajo no pudo frenar, se salió de la vía y dio varios tumbos  arrastrando a  unos  cuantos  vagones. No se conoce  con  precisión el número de muertos, pero hablan de que por lo menos hay unos cuarenta y tantos. La gente se pregunta cómo siendo un tren mercancías puede llevar a tanta gente, además ahora han descubierto que la máquina, que había sido “estrenada” hacía poco tiempo, no era nueva, sino recién pintada pero que arrastraba más de treinta años de servicio en África del Sur y su primer viaje o inauguración aquí, fue celebrado hace poco tiempo con gran fausto y solemnidad. La empresa había comprado una máquina vieja haciendo creer a todo el mundo que se trataba de una  nueva, era una inversión de la empresa para modernizar el material, que sería completado más adelante con la adquisición de otras máquinas,  pero algún listo se había embolsado la diferencia entre las de primera mano y las usadas.

Estos juegos malabares se dan con mucha frecuencia. Hace poco, el jefe de la gran empresa Gecamines, recibió un soplo diciendo que inspeccionara las compras que
habían efectuado los diferentes jefes de la empresa para los departamentos que dirigen, porque habían puesto como nuevas las máquinas de ocasión que habían comprado en Europa y África del Sur, pero que luego  pasaban la factura a la empresa como si fueran recién salidos de fábrica.

Se mosqueó el jefe porque hace tiempo que la empresa no produce y preparó una treta para cazar a los responsables de los departamentos que estaban haciendo el agosto a cuenta de las escasas ganancias de la empresa. Les convocó a todos a una reunión en Lubumbashi y a esa misma hora, él se fue a recorrer todos los puestos en los que trabajan éstos para comprobar la calidad del material que habían comprado.

     La empresa minera Gecamines lleva tres meses que no paga a sus trabajadores pero les ha amenazado diciéndoles  de que si intentan hacer una huelga van a pasar en la cárcel el resto de sus vidas. Nadie se mueve. Tienen hambre, no pueden comprar las medicinas que les prescriben, los hijos no pueden continuar sus estudios porque no pagan a los maestros, pero todos permanecen en silencio.

Hace un par de números os hablaba de lo difícil que es anunciar el Evangelio de forma que sea creíble para los que lo escuchan. Os contaba el caso de una religiosa que tiene una hermana desposada con el demonio, eso es lo que creen en su familia, y todo el mundo está convencido de que es verdad, pero están más convencidos del poder de los brujos, curanderos, etc., que de las oraciones que les puede ofrecer la Iglesia.      Últimamente, parecía que estaba decidida a proclamar el divorcio con su “marido”. Ante las súplicas de los hermanos, habían convencido a un rezador que forma parte de un grupo de oración católico para que la visitara, le impusiera las manos y la liberara de las fuerzas del mal que la tenían atenazada.

     Para eso, ya la habían adoctrinado a la hermana del daño que estaba causando, de la desconfianza que había creado en casa, del sufrimiento de la madre y de todos los hermanos, y esta vez parecía que se dejaba convencer por la machacona insistencia con la que la estaban repitiendo los mismos argumentos que en ocasiones anteriores, pero que en este momento parecía estar más receptiva a los consejos que la prodigaban. Para curarse, ella tenía que renunciar a sus poderes, devolver el anillo de desposada, comer el mismo alimento que los demás miembros de la familia y renunciar a renovar su alianza con el demonio.

La gente estaba a la expectativa de lo que pudiera ocurrir. Por una parte sentían la alegría de recuperar a su hermana, pero las dudas no les dejaban en paz. ¿Sería capaz de renunciar a todo?. El rezador seguía con sus oraciones. Le había impuesto una serie de tabús o prohibiciones que le sirvieran para purificarse de todo el mal cometido: no comer carne, estrechar la mano de todos los que le quisieran saludar, tomar una purga durante tres días para que todos los espíritus del mal que se escondían en su vientre fueran arrojados al exterior, levantarse a media noche para rezar y algunas cosas más que ya no recuerdo.
   
   En los momentos de optimismo hacía planes de futuro para normalizar las relaciones familiares. Invitaba a toda la familia a juntarse un día en la iglesia para ofrecer una misa por el eterno descanso de su padre que había muerto el año pasado. Anteriormente, se había jactado de ser la causante del fallecimiento de su padre. De esta manera se hacía temer y respectar porque lo que había ocurrido una vez podría ocurrir cuantas veces quisiera.

      Pero la fuerza del mal está tan fuertemente enraizada en ella que un día despachó al rezador y todos temieron lo peor: Había vuelto otra vez a estar con el demonio. Ya nadie va a visitar a los habitantes de esa casa. La madre permanece sola con ella, los demás hijos la amenazan con matarla un día si sigue con sus encantamientos y la monja participa también de esta forma de pensar y se queda en el convento sin marcharse de vacaciones. De vez en cuando le llama por teléfono a su madre para darla ánimos, pero ella no quiere presentarse en casa no sea que la caiga alguna desgracia por los encantamientos de su hermana.

     Y  mientras predico, pienso dónde caerá la semilla, si en buena tierra o al borde del camino, pero soy consciente que mi deber se limita a sembrar, que no tengo motivos para estar desanimado sino que tengo que seguir esparciendo la semilla mientras tenga fuerzas.

A un maestro de la parroquia le han metido en la cárcel acusado por una madre de haber abusado de su hija de ocho años. Es un pobre hombre, que ya ha dejado atrás los cincuenta y ha encontrado la forma de sacar un dinero dando clases en una de las muchas escuelas que han surgido ahora debido al aumento de niños y a la escasez de establecimientos escolares. Negó desde un principio los hechos que se le imputaban, pero la madre, seguía empeñada en decir que el maestro la había violado y para garantizar lo dicho, recurrió a un partido político katangués, el maestro es un Kasai, y todos se empeñaron en culpar al maestro porque no era de la región.

     Tuvo la suerte que el párroco y el responsable de las escuelas católicas la apoyaron desde el primer
momento, de lo contrario le hubiera tocado permanecer varios años en la cárcel y hacerle pagar una fuerte suma de dinero. La madre no se opuso a que la auscultaran los médicos y así anduvo el pobre maestro acompañando a la cría por todos los hospitales y cada médico coincidía en el mismo diagnóstico: La cría no había sido molestada.

     Pero a pesar de tener los informes médicos a su favor, los jueces no se atrevían a declararle inocente porque los del movimiento político habían decidido que el maestro tenía que ser considerado culpable y puesto en la cárcel.  Los jueces tenían miedo a declarar la verdad porque los del partido katangués podían acercase a su casa para destruirla o molestar seriamente a su mujer o a alguno de sus hijos. La autoridad no  cuenta para     nada,  se oculta  la verdad por  aquellos  que  deberían defenderla, cada cual es libre de actuar como le viene en gana. Total, que el maestro se fue a la cárcel.

Me contaba que en la cárcel hay distintas dependencias, según las posibilidades económicas de los presos. Al principio, permaneció una temporada en una habitación en la que estarían encerrados unas 60 personas. No tenían espacio suficiente para acostarse y lo hacían tumbados uno junto al otro, donde tenía el primero los pies, el siguiente recostaba su cabeza. Era imposible darse media vuelta en la mitad de la noche y la puerta permanecía cerrada, de forma que si alguno sentía necesidad de “desahogarse” lo tenía que hacer en un balde depositado en el centro de la habitación, que lo tenían que vaciar a la mañana siguiente.

     Al cabo de unos días se enteró que había otra dependencia mejor a la que podía pretender si era capaz de pagar 150,00 $, que en último término irían a parar al director de la cárcel. Aprovechó una de las visitas que le hacía la familia para mandar el mensaje y para que entre todos, consiguieran recaudar esa suma. Al día siguiente consiguió ascender de categoría. En la nueva celda sólo había 6 internos y gozaba de la posibilidad de comprar en la  cantina lo que necesitara para su vida de cada día.

     Así permaneció durante seis meses y como tanto el párroco como el responsable de las escuelas católicas seguían dando la lata y pidiendo la revisión de la causa. Un día le concedieron la libertad pero le recordaron al salir que de momento le concedían la libertad, pero que su situación no había quedado suficientemente probada y que podría ser llamado de nuevo en cualquier ocasión.
    Yo le animaba al maestro a que escogiera nuevos jueces y se querellara contra los que le habían juzgado condenándolo injustamente, pero me hizo saber que no tenía ganas de meterse en nuevos líos puesto que son casi todos katangueses y nunca se pondrán en contra de sus “hermanos”. La justicia no tiene un color neutro, sino que depende de las razones étnicas de quien lo administra, y nadie se considera injusto por actuar de esa manera.

Otro problema que estamos padeciendo es la falta o ausencia de autoridad. La gran empresa minera que movía toda la economía de Likasi está en bancarrota, apenas trabaja, ha despedido a varios miles de trabajadores, no contrata nuevos empleos, las nuevas empresas mineras funcionan con un mínimo de personal, las escuelas están llenas de alumnos pero cuando terminan sus estudios se encuentran con que no tienen contratos, la juventud está desanimada y se ocupan en cualquier cosa, sin pensar que lo que tal vez sea bueno para ellos puede ser perjudicial para el conjunto de país, incluso para sus mismas familias.

Necesitan hacerse valer, sentir el calor del dinero en sus bolsillos, poder asentarse y fundar una familia, - desgraciadamente eso también pasa entre vosotros - y como todo esto es una realidad imposible de conseguir por el momento, se dan a la droga y al alcohol, enfrentándose a todos aquellos que quieren poner un obstáculo en sus vidas: sus padres, la policía, las autoridades… Muchos de los padres de estos jóvenes son católicos practicantes pero cuando se les muestran las salvajadas que están cometiendo sus hijos, se confiesan incapaces de hacerse obedecer por ellos, ya que se presentan drogados antes sus padres y el sentido del respeto ha desaparecido totalmente de su comportamiento.

       Cualquier cosa metálica es llevada donde los chinos, quienes lo compran todo, ya sea chatarra o residuos de antiguas fundiciones en los que todavía queda algo de cobre o cobalto. Los jóvenes ya han dado vueltas y más vueltas a las tierras de las antiguas escombreras de la empresa minera que están junto al pueblo, y parece que de ellas ya no sale nada de provecho. Sin embargo, se dieron cuenta que en algunas calles, que en su tiempo fueron construidas por la empresa minera, compactaron los residuos de las fundiciones a modo de asfalto y se puede encontrar en  ellos los minerales que buscan.

       Se han lanzado a la búsqueda del  mineral y han abierto unas galerías subterráneas a lo largo de toda la calle, unos 300 m. No hay forma de utilizar el coche por esas calles  porque con su peso se pueden hundir las galerías y quedar el coche enterrado unos cuantos días, hasta encontrar una forma de sacarlo de allí. Han ido los militares para desalojar a los jóvenes, han pasado las autoridades prometiéndoles resolver su situación, han intervenido los padres para que dejen de causar daños a los moradores de la calle, porque llegan a arañar  hasta los cimientos de las casas,. Todo ha sido inútil, siguen empeñados en continuar con su tarea porque están hartos de recibir promesas que no se cumplen. No sacan gran cosa de sus actividades “mineras”, pero es lo único que tienen.

Algunos, se han dado cuenta que esa forma de vida no conduce a nada y han recurrido a mí para que les eche un cable que les ayude a normalizar su vida. Hace unos años, padeciendo una situación parecida, un grupo de padres recurrió también a mí y pudimos comenzar el pueblo de Kabulumbu, pero ahora la situación ha cambiado porque para ello haría falta un pequeño capital para podernos desplazar a la selva, construir unas chozas decentes y comenzar una nueva vida, pero de momento no puedo responder a sus aspiraciones porque no cuento con un solo euro perdido entre los pliegues del bolsillo.

                                 Un abrazo.       

                                                           Xabier