Queridos amigos:
Todo el mundo está
interesado en saber cómo he encontrado
el ambiente del país a mi vuelta. Pues tengo que deciros que estamos en paz,
aunque no ganamos para sustos. Aquí hay un partido político, katangués, apoyado
por el que fue gobernador de la provincia y que ocasionó no pocas pérdidas
humanas y destrozos cuantiosos hace unos años. Se permiten imponer su ley y han
creado una especie de ejército paralelo, con cárceles propias, etc.,
impartiendo castigos y multas a su antojo.
Resulta, que hace unos
días, los militares de un campo de
entrenamiento que se encuentra en los parajes, fueron a buscar comida por su
cuenta, ya que el gobierno no les da de comer y uno de ellos tuvo la desgracia
de entrar a robar en una casa en la que se encontraban algunos militantes de
este partido. Le agarraron al soldado, le dieron una buena manta de palos y
murió a los pocos días. Se enteraron sus compañeros y llegaron todos los del
campo militar para dar un escarmiento a los civiles. Saquearon algunas tiendas
del barrio, dispararon sus armas y parece que hubo que lamentar algunos
muertos. Los enfrentamientos duraron varios días y las autoridades han
decretado toque de queda desde las siete de la tarde hasta las cinco de la
mañana. La gente evita pasear desde el atardecer porque se puede encontrar con
una patrulla de estos militares, y si tiene suerte, le van a respetar su
integridad física pero a costa de vaciarle de cuanto lleva en los bolsillos.
Parece que hay como unos
300 militares de éstos que ha terminado ya su formación y debían de ser
conducidos al frente, pero se han escapado con sus armas y crean una situación
de inseguridad en nuestra zona. Ya no entran a robar en los campos sino que
esperan escondidos al borde de la
carretera y cuando se acerca alguien cargado con un saco de maíz que regresa de
los campos, le paran y le roban lo que lleva. Eso, si también tiene suerte,
porque se expone a que le hagan transportar el saco hasta el lugar en el que
tienen el campamento. Nunca se sabe dónde están, unas veces no aparecen o
aparecen en lugares diferentes, pero la gente tiene miedo de encontrarse con
ellos y hay quien ha decido no arriesgarse más en esa carretera y prefieren
dejar que el maíz se estropee en el campo, incluso que le roben todo, con tal
de evitar un encuentro con estos militares que trabajan con toda impunidad.
He tenido suerte sin
querer, ya que tenía que haber ido por esa carretera para visitar algunos
poblados, entre ellos, el que poco a poco estamos levantando con un grupo de
personas que decidieron volver al campo porque no encontraban trabajo en la
ciudad. Hasta ahora no se había dado el caso de que asaltaran a ningún vehículo
pero eso podría ocurrir en cualquier momento. Afortunadamente, me aconsejaron
que no se me ocurriera ponerme en camino, no tanto por la presencia militar,
sino porque iba a quedar embarrado en cualquier momento. Ha llovido más
cantidad que otras veces y hay zonas en las que no se puede pasar ni con un
vehículo todo terreno. Los grandes camiones que circulan para el transporte de
los minerales que se encuentran en esta zona, han abierto unas zanjas profundas
que impiden que los vehículos más pequeños puedan recorrer los poblados y
transportar el maíz, las alubias, o la mandioca con la que tenían costumbre de comerciar
con la ciudad.
Durante la Semana Santa se ha
notado un fuerte bajón en la presencia de los fieles a las ceremonias
litúrgicas, especialmente el Sábado Santo. La gente temía a estos militares que
desde el anochecer permanecen escondidos, aprovechando la sombra de un árbol o
la espesura de un seto, y en cuanto ven a un solitario por la calle, le salen
al camino enseñándole sus bayonetas y le dejan limpio. Se ha denunciado el caso
a las autoridades militares pero no hacen caso. Dicen que se trata de unos
desertores y que no pueden controlar a todos los que están en el campo militar.
Ya han terminado la formación y el gobierno no les manda más comida, con lo
cual son ellos mismos los que lo buscan a su manera para no morir de hambre.
Están formados para el combate, pero nadie se encarga de ellos y vagabundean
por las calles y los poblados vecinos sembrando el terror en cuanto aparecen
por una esquina.
Hace un par de semanas
ha ocurrido un grave accidente de tren. Se trata de un tren mercancías que en una
cuesta abajo no pudo frenar, se salió de la vía y dio varios tumbos arrastrando a
unos cuantos vagones. No se conoce con
precisión el número de muertos, pero hablan de que por lo menos hay unos
cuarenta y tantos. La gente se pregunta cómo siendo un tren mercancías puede
llevar a tanta gente, además ahora han descubierto que la máquina, que había
sido “estrenada” hacía poco tiempo, no era nueva, sino recién pintada pero que
arrastraba más de treinta años de servicio en África del Sur y su primer viaje
o inauguración aquí, fue celebrado hace poco tiempo con gran fausto y
solemnidad. La empresa había comprado una máquina vieja haciendo creer a todo
el mundo que se trataba de una nueva,
era una inversión de la empresa para modernizar el material, que sería
completado más adelante con la adquisición de otras máquinas, pero algún listo se había embolsado la
diferencia entre las de primera mano y las usadas.
Estos juegos malabares
se dan con mucha frecuencia. Hace poco, el jefe de la gran empresa Gecamines,
recibió un soplo diciendo que inspeccionara las compras que
habían efectuado
los diferentes jefes de la empresa para los departamentos que dirigen, porque
habían puesto como nuevas las máquinas de ocasión que habían comprado en Europa
y África del Sur, pero que luego pasaban
la factura a la empresa como si fueran recién salidos de fábrica.
Se mosqueó el jefe
porque hace tiempo que la empresa no produce y preparó una treta para cazar a
los responsables de los departamentos que estaban haciendo el agosto a cuenta
de las escasas ganancias de la empresa. Les convocó a todos a una reunión en
Lubumbashi y a esa misma hora, él se fue a recorrer todos los puestos en los
que trabajan éstos para comprobar la calidad del material que habían comprado.
La empresa
minera Gecamines lleva tres meses que no paga a sus trabajadores pero les ha
amenazado diciéndoles de que si intentan
hacer una huelga van a pasar en la cárcel el resto de sus vidas. Nadie se
mueve. Tienen hambre, no pueden comprar las medicinas que les prescriben, los
hijos no pueden continuar sus estudios porque no pagan a los maestros, pero
todos permanecen en silencio.
Hace un par de números
os hablaba de lo difícil que es anunciar el Evangelio de forma que sea creíble
para los que lo escuchan. Os contaba el caso de una religiosa que tiene una
hermana desposada con el demonio, eso es lo que creen en su familia, y todo el
mundo está convencido de que es verdad, pero están más convencidos del poder de
los brujos, curanderos, etc., que de las oraciones que les puede ofrecer la
Iglesia. Últimamente, parecía que
estaba decidida a proclamar el divorcio con su “marido”. Ante las súplicas de
los hermanos, habían convencido a un rezador que forma parte de un grupo de
oración católico para que la visitara, le impusiera las manos y la liberara de
las fuerzas del mal que la tenían atenazada.
Para
eso, ya la habían adoctrinado a la hermana del daño que estaba causando, de la
desconfianza que había creado en casa, del sufrimiento de la madre y de todos
los hermanos, y esta vez parecía que se dejaba convencer por la machacona
insistencia con la que la estaban repitiendo los mismos argumentos que en
ocasiones anteriores, pero que en este momento parecía estar más receptiva a
los consejos que la prodigaban. Para curarse, ella tenía que renunciar a sus
poderes, devolver el anillo de desposada, comer el mismo alimento que los demás
miembros de la familia y renunciar a renovar su alianza con el demonio.
La gente estaba a la
expectativa de lo que pudiera ocurrir. Por una parte sentían la alegría de
recuperar a su hermana, pero las dudas no les dejaban en paz. ¿Sería capaz de
renunciar a todo?. El rezador seguía con sus oraciones. Le había impuesto una
serie de tabús o prohibiciones que le sirvieran para purificarse de todo el mal
cometido: no comer carne, estrechar la mano de todos los que le quisieran
saludar, tomar una purga durante tres días para que todos los espíritus del mal
que se escondían en su vientre fueran arrojados al exterior, levantarse a media
noche para rezar y algunas cosas más que ya no recuerdo.
Pero la fuerza del mal está tan fuertemente
enraizada en ella que un día despachó al rezador y todos temieron lo peor:
Había vuelto otra vez a estar con el demonio. Ya nadie va a visitar a los
habitantes de esa casa. La madre permanece sola con ella, los demás hijos la
amenazan con matarla un día si sigue con sus encantamientos y la monja
participa también de esta forma de pensar y se queda en el convento sin
marcharse de vacaciones. De vez en cuando le llama por teléfono a su madre para
darla ánimos, pero ella no quiere presentarse en casa no sea que la caiga
alguna desgracia por los encantamientos de su hermana.
Y mientras predico, pienso dónde
caerá la semilla, si en buena tierra o al borde del camino, pero soy consciente
que mi deber se limita a sembrar, que no tengo motivos para estar desanimado
sino que tengo que seguir esparciendo la semilla mientras tenga fuerzas.
A un maestro de la
parroquia le han metido en la cárcel acusado por una madre de haber abusado de
su hija de ocho años. Es un pobre hombre, que ya ha dejado atrás los cincuenta
y ha encontrado la forma de sacar un dinero dando clases en una de las muchas
escuelas que han surgido ahora debido al aumento de niños y a la escasez de
establecimientos escolares. Negó desde un principio los hechos que se le
imputaban, pero la madre, seguía empeñada en decir que el maestro la había
violado y para garantizar lo dicho, recurrió a un partido político katangués,
el maestro es un Kasai, y todos se empeñaron en culpar al maestro porque no era
de la región.
Tuvo la suerte que el párroco y el
responsable de las escuelas católicas la apoyaron desde el primer
momento, de
lo contrario le hubiera tocado permanecer varios años en la cárcel y hacerle
pagar una fuerte suma de dinero. La madre no se opuso a que la auscultaran los
médicos y así anduvo el pobre maestro acompañando a la cría por todos los
hospitales y cada médico coincidía en el mismo diagnóstico: La cría no había
sido molestada.
Pero a pesar de tener los informes médicos a su favor, los
jueces no se atrevían a declararle inocente porque los del movimiento político
habían decidido que el maestro tenía que ser considerado culpable y puesto en
la cárcel. Los jueces tenían miedo a
declarar la verdad porque los del partido katangués podían acercase a su casa
para destruirla o molestar seriamente a su mujer o a alguno de sus hijos. La
autoridad no cuenta para nada, se oculta
la verdad por aquellos que deberían defenderla, cada cual es libre de
actuar como le viene en gana. Total, que el maestro se fue a la cárcel.
Me contaba que en la
cárcel hay distintas dependencias, según las posibilidades económicas de los
presos. Al principio, permaneció una temporada en una habitación en la que
estarían encerrados unas 60 personas. No tenían espacio suficiente para
acostarse y lo hacían tumbados uno junto al otro, donde tenía el primero los
pies, el siguiente recostaba su cabeza. Era imposible darse media vuelta en la
mitad de la noche y la puerta permanecía cerrada, de forma que si alguno sentía
necesidad de “desahogarse” lo tenía que hacer en un balde depositado en el
centro de la habitación, que lo tenían que vaciar a la mañana siguiente.
Al cabo de unos días se enteró que había
otra dependencia mejor a la que podía pretender si era capaz de pagar 150,00 $,
que en último término irían a parar al director de la cárcel. Aprovechó una de
las visitas que le hacía la familia para mandar el mensaje y para que entre
todos, consiguieran recaudar esa suma. Al día siguiente consiguió ascender de
categoría. En la nueva celda sólo había 6 internos y gozaba de la posibilidad
de comprar en la cantina lo que
necesitara para su vida de cada día.
Así
permaneció durante seis meses y como tanto el párroco como el responsable de
las escuelas católicas seguían dando la lata y pidiendo la revisión de la
causa. Un día le concedieron la libertad pero le recordaron al salir que de
momento le concedían la libertad, pero que su situación no había quedado
suficientemente probada y que podría ser llamado de nuevo en cualquier ocasión.
Yo le
animaba al maestro a que escogiera nuevos jueces y se querellara contra los que
le habían juzgado condenándolo injustamente, pero me hizo saber que no tenía
ganas de meterse en nuevos líos puesto que son casi todos katangueses y nunca
se pondrán en contra de sus “hermanos”. La justicia no tiene un color neutro,
sino que depende de las razones étnicas de quien lo administra, y nadie se
considera injusto por actuar de esa manera.
Otro problema que
estamos padeciendo es la falta o ausencia de autoridad. La gran empresa minera
que movía toda la economía de Likasi está en bancarrota, apenas trabaja, ha
despedido a varios miles de trabajadores, no contrata nuevos empleos, las
nuevas empresas mineras funcionan con un mínimo de personal, las escuelas están
llenas de alumnos pero cuando terminan sus estudios se encuentran con que no
tienen contratos, la juventud está desanimada y se ocupan en cualquier cosa,
sin pensar que lo que tal vez sea bueno para ellos puede ser perjudicial para
el conjunto de país, incluso para sus mismas familias.
Necesitan hacerse valer,
sentir el calor del dinero en sus bolsillos, poder asentarse y fundar una
familia, - desgraciadamente eso también pasa entre vosotros - y como todo esto
es una realidad imposible de conseguir por el momento, se dan a la droga y al
alcohol, enfrentándose a todos aquellos que quieren poner un obstáculo en sus
vidas: sus padres, la policía, las autoridades… Muchos de los padres de estos
jóvenes son católicos practicantes pero cuando se les muestran las salvajadas
que están cometiendo sus hijos, se confiesan incapaces de hacerse obedecer por
ellos, ya que se presentan drogados antes sus padres y el sentido del respeto
ha desaparecido totalmente de su comportamiento.
Cualquier
cosa metálica es llevada donde los chinos, quienes lo compran todo, ya sea
chatarra o residuos de antiguas fundiciones en los que todavía queda algo de
cobre o cobalto. Los jóvenes ya han dado vueltas y más vueltas a las tierras de
las antiguas escombreras de la empresa minera que están junto al pueblo, y
parece que de ellas ya no sale nada de provecho. Sin embargo, se dieron cuenta
que en algunas calles, que en su tiempo fueron construidas por la empresa
minera, compactaron los residuos de las fundiciones a modo de asfalto y se
puede encontrar en ellos los minerales
que buscan.
Se han lanzado a la
búsqueda del mineral y han abierto unas
galerías subterráneas a lo largo de toda la calle, unos 300 m . No hay forma de
utilizar el coche por esas calles porque
con su peso se pueden hundir las galerías y quedar el coche enterrado unos
cuantos días, hasta encontrar una forma de sacarlo de allí. Han ido los
militares para desalojar a los jóvenes, han pasado las autoridades
prometiéndoles resolver su situación, han intervenido los padres para que dejen
de causar daños a los moradores de la calle, porque llegan a arañar hasta los cimientos de las casas,. Todo ha
sido inútil, siguen empeñados en continuar con su tarea porque están hartos de
recibir promesas que no se cumplen. No sacan gran cosa de sus actividades
“mineras”, pero es lo único que tienen.
Algunos, se han dado
cuenta que esa forma de vida no conduce a nada y han recurrido a mí para que
les eche un cable que les ayude a normalizar su vida. Hace unos años,
padeciendo una situación parecida, un grupo de padres recurrió también a mí y
pudimos comenzar el pueblo de Kabulumbu, pero ahora la situación ha cambiado
porque para ello haría falta un pequeño capital para podernos desplazar a la
selva, construir unas chozas decentes y comenzar una nueva vida, pero de
momento no puedo responder a sus aspiraciones porque no cuento con un solo euro
perdido entre los pliegues del bolsillo.
Un abrazo.
Xabier