miércoles, 19 de diciembre de 2012

KILIMA - Diciembre 2012 - Nº 95

KILIMA 95 - FORMATO REVISTA




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KILIMA 95 -DICIEMBRE 2012



           
Queridos amigos:

 Los que vivimos en la era del ordenador tenemos muchas dificultades para entender a los que viven todavía inmersos en la creencia de los espíritus y la influencia de los talismanes en la vida de las personas. Por ejemplo, un movimiento político y guerrero que está causando muchas víctimas en Uganda, y en otros países limítrofes como el Congo, es el llamado “La Armada del Señor”.

Alicia Auma, una curandera ugandesa de cierto renombre, ha conseguido poner en pie de guerra un ejército gracias a su predicación y a sus encantamientos. En su doctrina, anuncia la llegada del Juicio Final, se siente enviada por el Espíritu Santo para anunciar a los pecadores la posibilidad de conversión. El único requisito que se les exige es alistarse en su grupo para luchar contra el ejército nacional, para purificar el país de la sangre inocente que ha sido derramada.

Muchos militares se han sentido embelesados con su oratoria y se han unido a su grupo para hacer “la guerra a la guerra” con el fin de conseguir la paz que se llevará a cabo tras una gran inundación y un terremoto que indicarán el comienzo de un período de paz de 200 años.

Para ello, los militares deben someterse a un ritual de purificación para que Alicia les pueda liberar de la fuerza negativa de los sortilegios que llevan encima ó de los que han tenido con anterioridad, para defenderse en los combates. Deberán quemar todos los amuletos y jurar sobre la Biblia que no los volverán a usar. Después de esa primera parte, son rociados con agua para asegurarles la protección de los espíritus, que incluso les pueden defender de las balas. Pero esta protección no resulta eficaz si los adeptos no cumplen fielmente los 20 mandamientos de Alicia, entre los que consta uno que dice “Tú ejecutarás únicamente las órdenes de Alicia”.
 

Antes de lanzarles al combate, Alicia espera las instrucciones del Espíritu Santo, quien le da los movimientos tácticos que debe ejecutar. Rodeada de sus más íntimos colaboradores, mientras éstos se encuentran sentados en torno a una especie de brasero, ella hace su aparición vestida con una túnica blanca, con un rosario al cuello y ordena el plan detallado del combate.

Si alguno de los combatientes es herido o muere en la pelea, es señal de que no ha respetado con fidelidad alguno de los 20 mandamientos. Pero incluso estos pecadores resucitarán un día después de la caída de Kampala, la capital de Uganda., y también ellos podrán disfrutar del premio concedido a los valientes: una casa y un coche.

Ella consiguió una serie de victorias contra el ejército pero un día fue derrotada y consiguió escapar a Kenia. Sin embargo, un joven llamado José Kony, que dice ser primo de Alicia ha seguido con este movimiento y forma parte de uno de los diferentes grupos que se oponen al poder central. Éste, ha añadido algunas normas a las ya establecidas por Alicia, como la invocación a los espíritus y a los mandatos divinos, pero ha aligerado algunos cánones de la fundadora eliminando, por ejemplo, la prohibición de las relaciones sexuales fuera del matrimonio. En este sentido, el nuevo líder predica que los guerreros deben disponer de varias mujeres.

Este ejército o movimiento guerrillero ha conocido varios nombres a lo largo de su existencia: “Ejército del Señor”; “”Movimiento del Santo Espíritu”; “Ejército democrático cristiano unido”; “Ejercito de la resistencia del Señor”. Son temidos por sus acciones porque se permiten todo tipo de tropelías, hasta el punto de que les llamen “los cortadores” porque mutilan con sus machetes a todos aquellos que son acusados de colaborar con el ejército nacional. Sus bases se encuentran ahora en el Sudán.

Este grupo actúa también en el Congo. Es uno más de los muchos grupos guerrilleros que llevan la desolación y la ruina al país. Cuando llegan a un poblado rodean las escuelas, atrapan a los estudiantes a la salida de las clases, les entrenan en el manejo de las armas, les obligan a cometer toda clase de barbaridades como matar a sus amigos o familiares para que superen todo tipo de interdicciones y los mandan a la primera fila del frente. Se llevan secuestradas a las niñas que no han escapado a la selva cuando este grupo se acercaba a los poblados, y se pasean sin ser especialmente molestados por el Este del Congo, Uganda y el Sudán. A las niñas se les convierte en “colaboradoras” de los guerreros y les acompañan por donde vayan. Tratar de huir es poner su vida en peligro.

Sin embargo, el tratar de contar con el beneplácito y la protección de los espíritus no es algo reciente o localizado. Durante el tiempo en el que Che-Guevara estuvo en el Congo, escribe extrañado en su Diario de la Guerra sobre la importancia que sus camaradas marxistas (congoleños) daban a los amuletos. En Zimbabwe, durante la guerra de liberación; en Mozambique, en su lucha contra la Renamo; en Sudán, los combatientes no han dudado nunca en llamar a los espíritus reclamando su protección y más recientemente, cuando Kabila derrocó a Mobutu, los Mai-Mai, que lucharon a su favor, se creían protegidos de las balas porque se habían bañado con un agua que les hacía invisibles ante sus enemigos.

Para algunas cosas, lo espiritual y lo mágico también están involucrados en la vida actual, formando como una unidad a las que responsabilizan  de cuanto puede ocurrirles durante su vida: un fracaso escolar, las desavenencias familiares, un accidente laboral, un robo, una mala cosecha… muestran que los espíritus están molestos porque no se les ha tenido en consideración y hay que restablecer las relaciones a través de la mediación de un curandero, un profeta o por los iniciadores de las nuevas religiones que aparecen cada día, de lo contrario nadie velará por ellos para defenderles de los peligros que podrán encontrar en sus vidas.

Ante la actitud pasiva de las autoridades y la corrupción de la policía porque libera con prontitud a los que han sido cogidos en robos u otra clase de infracciones, la gente se toma la justicia por su mano y en más de una ocasión el infractor ha exhalado  su último suspiro en el lugar mismo de su acción. La gente está cansada de tanto robo cuando les cuesta tanto sacar de qué comer durante ese día y no puede aguantar por más tiempo la inoperancia de la administración. Hombres, mujeres, jóvenes y niños intervienen en la ejecución empleando todo tipo de instrumentos que puedan hacer daño, cualquier cosa que pueda caer en sus manos: palos, cazuelas, barras de hierro, o lo que fuera. Un ladrón cogido in fraganti tiene pocas esperanzas de contar su fechoría ante un tribunal. Esto ocurre más en las ciudades que en los pueblos, ya que en los pueblos se conocen todos y buscarán otros medios para hacerle expirar sus culpas.

Yo recuerdo, que siendo nosotros niños, de vez en cuando surgían unos rumores que amedrentaban a la población, especialmente a los pequeños. Por ejemplo se hablaba de “el sacamantecas”, o del hombre de la gabardina que iba con una navaja,  se acercaba por detrás y rajaba a las personas, en los pueblos se hablaba de las brujas, etc. Nadie los había visto pero se contaban como reales rumores que se difundían como la pólvora.

También en Kinshasa ha ocurrido algo parecido pero con peores consecuencias. Últimamente se habla de un grupo llamado “los reductores del sexo”. Los que forman parte de este grupo tienen un poder mágico por el que dando un apretón de manos a una persona, su sexo quedaría poco más o menos, reducido al tamaño de un corcho de botella, con lo cual no es apto para algunas actividades y únicamente el pago de una cantidad de dinero podría hacer que alcanzara de nuevo la normalidad. Por si acaso, no se da la mano a un desconocido. Dicen que vienen de Nigeria, por eso, los que tienen unos rasgos de alguna manera diferentes a los comunes corren serios peligros de ser atacados en plena calle. Basta con que uno dé la voz de alarma para que se abalancen contra él con el fin de protegerse de los peligros a los que está expuesta su virilidad. Se ha dicho que en Kinshasa ha habido algún muerto por este motivo pero no se ha podido confirmar la noticia.

            La cárcel de Makala, la más importante de Kinshasa, con más de 1.300  internos, está atravesando una mala racha. Llevan dos semanas que no han probado bocado. A los que son originarios de la capital, sus parientes les podrán acercar algo de comida de vez en cuando, porque de lo contrario sus vidas corren un peligro serio de inanición. Muere mucha gente, porque también faltan las medicinas y algunos grupos cristianos se encargan de prepararles el alimento de vez en cuando. Lo tienen que cocinar ellos mismos, porque si lo dejan para que el personal del centro se encargue de su preparación y posterior distribución, corren el peligro de que desaparezca en la dirección opuesta a la del comedor y los detenidos sigan bostezando porque no tienen materia que estimule el movimiento de las mandíbulas. Todo el mundo es consciente de lo que ocurre pero nadie toma medidas para regularizar su situación y hacer que el director de la cárcel se convierta en un inquilino más del edificio que regenta y que una nueva persona ocupe su lugar.

            Me encontraba metido en obras. Tenía que terminar un pabellón destinado a la mecánica de automoción. Había confiado en una empresa que parecía seria y estaba bien equipada para llevar a cabo este trabajo. Habían calculado que la obra podría realizarse en 10 meses pero por precaución estimaron que se acabaría al cabo de un año. Estábamos terminando el tercero y todavía quedaba bastante para finalizarlo. Siempre tenían disculpas para justificar sus retrasos. Al final, les despedí a todos y me hice cargo de la obra. Las puertas, ventanas, pintura, electricidad… estaban sobre los planos pero no sobre el edificio. Tuve que arrear con los diferentes gremios para que espabilaran de su torpeza y poco a poco vi que aquello iba tomando forma.

            Durante este verano había recibido la visita de unos guiputxes que querían “gastar” sus vacaciones ayudando en la traída de aguas de un poblado que ya les había abierto una zanja para la puesta de las tuberías. Tenían que pasar por mi casa y me dejaron una porción de queso ”Idiazabal” de los que se compran en los supermercados y una botella de vino, que los guardé cuidadosamente esperando la llegada de algún día solemne o de algún acontecimiento que mereciera la pena de celebrarlo.

            Pensé que la inauguración del pabellón merecía celebrarse y era una fecha memorable que requería alguna acción solemne que marcara un momento tan importante para mí. Estaba cansado de meter prisa, de comprar el material, de correr tras los diferentes gremios que se hacían los remolones con el fin de conseguir ventajas económicas. Yo soñaba con ese día en el que pudiera hacer un bocadillo de queso y beber un buen trago de vino. Esa sería mi forma de celebrarlo.

            Para mí, la inauguración no me preocupaba. El que andaba nervioso era el director de la escuela porque quería invitar a todas las autoridades y directores de las pequeñas empresas de los alrededores para mostrar el nivel de la escuela que dirigía y recibir las felicitaciones por el material que causaría la envidia de todos ellos.

            Cuando yo era el responsable de la parroquia, nunca había celebrado una inauguración. Cuando se terminaba un proyecto, al día siguiente se comenzaba a trabajar en él, sin llamar a toda esa gente, autoridades y directores de empresa, que les interesa salir en la foto, pero nunca han hecho nada por ayudar al desarrollo del proyecto.


                Llevaba tiempo soñando en ese bocadillo y se me hacía la boca agua pensando en el gustazo que me iba a dar. Incluso de vez en cuando, abría la puerta del armario para cerciorarme que la botella estaba allí, reclinada entre los pantalones y camisas de mi arreo personal, esperando que alguien la tratara con cariño y le alegrara el corazón con su contenido.

            Y llegó el día, aparecieron las autoridades, se pronunciaron los discursos, se sacaron las fotos, se visitaron las diferentes dependencias, nos tomamos un vaso no se en honor de quién, se marcharon todos contentos pero yo no pude comerme mi bocadillo porque me entró un dolor de muelas que me impedía masticar. Al día siguiente fui al dentista a Lubumbashi, a 125 Km de distancia, y afortunadamente no hizo otra cosa que hacer sangrar a las encías que estaban cogestionadas y con eso disminuyó el dolor pero no estoy seguro de que haya erradicado el mal.

            Volví a casa y fui directamente al armario. La botella se reposaba plácidamente  y el plástico que envolvía el trozo de queso estaba un poco resbaladizo pero tenía buena pinta, así es que me decidí a llevar a cabo la operación que no la había podido realizar la víspera y que había ocupado mi imaginación durante varios meses. La verdad es que estaba bueno, pero no tan rico como me lo figuraba durante la impaciente espera. La “operación bocadillo” marcaba un triunfo en  la finalización de los trabajos. Me había ocasionado no pocos disgustos, quebraderos de cabeza y enfrentamientos, pero todo eso había pasado al olvido. Los alumnos llenaban las aulas y el ruido de los motores y martillazos mostraba que aquellas paredes encerraban vida y eran la esperanza de quienes se formaban en el aprendizaje de un oficio.

            En Matadi, (es el puerto) hay que pasar por 30 servicios diferentes para sacar una mercancía de la aduana, pero según la ley solo son necesarios cuatro. Por eso, mucha gente que emplea el ferrocarril para acercarse al puerto,  se baja en la estación anterior aunque tenga que hacer esos kilómetros sobre camiones desvencijados y carreteras horrorosas.

            El primer ministro intentó poner un poco de orden y todos le dieron la razón, pero en cuanto se marchó del puerto llegaron a poner un impuesto más porque los agentes que trabajan en esos servicios no quieren amoldarse a las normas del estado porque les privaría de unas ganancias sustanciosas. Nadie parece tener autoridad para imponerse y es que nadie tiene las manos limpias como para dar ejemplo y hacer que todos cumplan la ley, ni el primer ministro. Por eso, es muy difícil invertir en el país, a no ser que sea un aventurero que esté dispuesto a utilizar todos los medios sin preguntarse dónde está la legalidad.

            El país apenas cuenta con bibliotecas o archivos nacionales, con lo cual el nivel de la enseñanza es deficitario. A lo sumo se encuentran bibliotecas francesas, belga, americana… que proporcionan su propia cultura, mientras que 50 años después de la independencia, el Congo vive como un pueblo sin memoria, sin historia, de forma que los intelectuales congoleños carecen de medios de información y por ejemplo, para conocer la historia de una tribu congoleña tienen que recurrir a libros escritos por los belgas.

            Es francamente incomprensible lo que ocurre en este país. Parece que hay una voluntad de pasarse por alto todas las normas y vivir aprovechándose de las posibilidades que se ofrecen sin tener en cuentas si éstas son honestas o nó. Todo el mundo roba. A mi me han robado cantidad de cosas durante la construcción: hierros, madera, cemento, pintura… y hay que seguir trabajando pensando que vendrán tiempos mejores, porque hay que estar a las duras y a las maduras, aunque a veces sea muy difícil de aguantar viviendo en una sociedad en la que no existe la administración del estado, hay un vacío de poder, la justicia está de vacaciones y la Iglesia tampoco pone en práctica muchas cosas de las que dice.

            Que paséis unas Felices Navidades y que podáis libraros de los efectos de la crisis.

                                               ZORIONAK   __   FELICIDADES

            Un abrazo.

                                                                                   Xabier