viernes, 10 de enero de 2014




Queridos amigos:

            Algunos están un poco intranquilos porque quieren saber cómo terminó la “operación muela”. Después de todo lo que he contado en el número anterior  la solución llegó con bastante rapidez. Me indicaron que en Lubumbashi había una clínica que disponía de una dentistería a la que me podía confiar con total tranquilidad.

            Una mañana, muy tempranito, me dirigí a la dirección indicada y efectivamente, su aspecto exterior era incomparablemente mejor que todo lo que había visitado hasta el momento.

            Era una antigua casa transformada en clínica, así rezaba un cartel colocado en el exterior. En él trabajaban tres profesionales de la medicina: una persona mayor, una mujer y un joven, que cuando entré me dio la impresión de un monaguillo con bata blanca, por su físico, su forma de hablar y de moverse. El recibidor era una amplia habitación en la que cabían fácilmente unas diez sillas. Dos secretarias se encargaban de tomar la filiación de los pacientes y de cobrar lo que estimara el dentista.

            El personal de servicio que pasaba por la sala le llamaba “doctor” al que hasta ese momento le consideraba como monaguillo y al final fue él mismo el que me invitó a pasar a la consulta. Primero, se percató de lo que se trataba, hizo un estudio de lo que podría costar el arreglo, lo anotó en un papel y se lo llevó a la secretaria. El me indicó que esperara  en la sala mientras la secretaria hacía las cuentas y me preguntaba si estaba dispuesto a pagar la cantidad establecida. Tuve que adelantar el dinero y cuando esos prolegómenos fueron saldados, me dio un recibo y me invitó a que volviera de nuevo a la consulta.

           
La consulta tenía casi de todo. Un sillón que se convertía en cama, lavabo, columna en la que colocar lo necesario para el trabajo, incluso un aparato de rayos X. Solamente le faltaba una cosa: el agua. Pero eso lo solucionaba fácilmente con una botella de plástico y un vaso del mismo material. Me quitó el antiguo empaste, profundizó en la limpieza de la muela, volvió a colocar otro nuevo y me mandó que viniera la semana próxima para continuar con el arreglo.

            Volví una segunda vez y luego una tercera, porque tenía que asegurarse de que el empaste estaba bien colocado, total, que para el arreglo de esta muela he tenido que recorrer unos 1.250 Km.

            ¿Es que con esto se terminaron todas las molestias? No estoy seguro, porque a la muela le gusta jugar a guardias y ladrones y tan pronto aparecen los dolores como desaparecen y cansado de tantos altibajos, un día me decidí a  pasar de nuevo por la consulta y después de sacarme una radiografía me aseguró que todo estaba correctamente y no me preocupara más de ella.

            Le hice caso, pero no estoy totalmente tranquilo porque esa situación continúa y espero mi vuelta a Bilbao para que otro dentista arregle lo que no esté correcto.

            A veces se piensa que todos los adelantos son buenos porque facilitan la vida de las personas. Puede ser que muchas veces sea verdad, pero no siempre y para prueba aquí va un hecho que ha sucedido hace un par de meses en Lubumbashi.

 Hará cosa de un año o algo más, un domingo a las doce del mediodía, cinco bandidos armados con fusiles metralletas, asaltaron la cárcel de Lubumbashi y sacaron de ella a más de mil detenidos que trataron de escabullirse lo mejor que pudieron y la mayor parte de ellos fueron dados por desaparecidos. Lo que pretendían los asaltantes era liberar a un cabecilla Mai Mai que estaba encarcelado y condenado a muerte por los abusos cometidos en una región que se encuentra a unos 300 kilómetros de nuestra zona. Reforzaron la guardia de seguridad y todo siguió como antes, pensando que los Ángeles Custodios pondrían también algo de su parte para que hechos como el acontecido no volvieran a suceder. Efectivamente, fueron pasando los meses en perfecta tranquilidad y la tensión del momento se fue relajando entre los guardianes, convencidos éstos de que otro asalto sería algo improbable.

 Uno de los que formaba parte del equipo de guardia en el exterior del recinto,  sintió un extraño movimiento de tripas que le obligaron a buscar refugio entre las altas hierbas y despachar allí a los “inquilinos” que le molestaban. Cuando se encontraba en cuclillas intentando recobrar la paz que había sido rota a causa de esos retortijones, oyó como un susurro de voces, se enderezó ligeramente entreabrió un poco las altas hierbas tras las que se escondía y ante su gran asombro, vio las siluetas de un grupo de personas con fusiles que llevaban el camino de la cárcel.
            En primer lugar pensó en él. Se encontraba separado de sus compañeros, sin el arma reglamentaria ya que la había dejado apoyada contra el muro de la cárcel, en un descampado, y el menor ruido producido por el roce de las hierbas podría provocar que aquellos desalmados le adelantaran la hora de encontrarse  con sus antepasados, con los que no tenía ninguna prisa de volverse a ver, porque aquellos que se acercaban no tenían pinta de estar de bromas.

            Como pudo, levantó los pantalones y corrió a gachas hasta la entrada de la cárcel, donde pudo transmitir la noticia de lo que había visto. Justamente pudieron cargar sus armas y quitarles el seguro cuando los asaltantes se personaron ante la puerta principal. Los guardias, que acababan de ser avisados, comenzaron a disparar sin tan siquiera echar el alto o preguntarles quiénes eran.



 
            En esa primera ráfaga, cayeron varios de los asaltantes. Uno muerto y varios heridos. No se esperaban ese recibimiento. Parece que lo tenían bien planeado y pensaban que los militares de guardia estarían dormidos, como siempre, pero la diarrea de uno de ellos salvó la vida de todos los que teóricamente estaban custodiando y evitaron que el que ellos querían liberar continuara todavía en la cárcel.
         
  Se trata de un capitán del ejército que había sido condenado por vender armas y municiones a los enemigos y había sido delatado por otros militares que también estaban ocupados en ese tráfico y se sentían molestos porque les había tocado poco en el reparto.

            Si hubiera habido WC en el exterior para el servicio de los militares de la guardia, este hombre no se hubiera visto en la necesidad de desahogarse por su cuenta entre las altas hierbas de los alrededores. Si hubiera focos exteriores que iluminaran los alrededores de la cárcel, no se hubieran acercado los asaltantes, de ahí que no siempre los adelantos son beneficiosos para las personas.

            Este es un ejemplo más del desorden que reina en el país. Las guerras son interminables porque el enemigo recibe las armas y las municiones del ejército nacional a cambio de unas pequeñas sumas de dinero. Quien de verdad sufre es el pueblo bajo que no puede defenderse de quienes les llegan armados, violan a sus mujeres e hijas, les roban sus pocas pertenencias, les queman sus chozas y se marchan eufóricos, mientras las víctimas sufren en silencio el trato que han recibido y han perdido  la confianza incluso del ejército nacional porque actúan igual que los guerrilleros y se sienten desprotegidos incluso de las tropas de la ONU que parecen contemplar impasibles los ataques que sufre la atemorizada población. No pueden cultivar porque temen que se puedan encontrar con militares que acechan la llegada de las mujeres para saciar sus instintos. Los hijos no pueden ir a la escuela puesto que no funcionan o pueden ser llevados por la fuerza en el grupo militar que los apresa. Están condenados al hambre, a la ignorancia… y a esto ¿se le puede llamar “vida”?

           
 … Es tiempo de esperanza.  A todos os deseo una feliz Navidad.

Un abrazo.

Xabier

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 Queridos amigos:
Como llevaba varios meses de retraso a cuenta de lo que ocurrió con KILIMA 98 vamos a ver si consigo normalizar el ritmo y recuperar la marcha que habíamos mantenido hasta ahora.

Este número contiene un conjunto de noticias que dan una imagen de lo que ocurre en el país. La corrupción se ha oficializado y se ha hecho tan normal, que parece que quien no obra de esta manera está perdiendo el tiempo y se arriesga a cometer alguna infracción que puede costarle un serio castigo, porque las formas del pasado no son compatibles con las costumbres de ahora, en la que se goza de toda impunidad si se sabe repartir los “beneficios”.

Normalmente nadie delata a un compañero por temor a las consecuencias que puede acarrear tal acción. No es que, por ejemplo el robo, no sea considerado como una acción mala, que perjudica la convivencia e impide el desarrollo de la sociedad, sino que el robo es considerado como malo, si es ejecutado por personas ajenas a mi familia o a mi partido político.

Si quien lo comete es mi hermano, mi tío o alguien de mi partido político, el robo es considerado como una astucia, una forma de mejorar la vida, una lucha contra quien dispone de unos medios que yo no tengo y es considerado como tonto o desafortunado aquel que se deja coger por la policía. La víctima no confesará su culpa, sino que estará preocupado en averiguar cuál ha sido la causa de su infortunio e irá al adivino o enviará a alguien de su entorno para que vaya al adivino y descubra al que le ha delatado. Y desgraciadamente, en el ámbito religioso ocurren cosas muy parecidas a lo que acontece en el ámbito civil.
El padre de una religiosa era el director de un establecimiento escolar, pero su comportamiento dejaba mucho que desear. Amante de la cerveza, llegaba a veces tambaleante a la escuela, y como su salario no le permitía adquirir todo cuanto necesitaba, llegaba a pedir una contribución a los alumnos bajo la disculpa de que era para aumentar la paga de los maestros que se encontraban descontentos con lo que ganaban y amenazaban con ir a la huelga. 

El responsable de las escuelas católicas era un sacerdote y cuando se enteró de las anomalías que ocurrían en esta escuela, suspendió al director de su cargo y le mandó a una escuela en la periferia de Likasi. La religiosa no pudo aceptar que su padre fuera sancionado y desde entonces, no asiste a una misa que sea celebrada por dicho sacerdote. No piensa sobre los hechos que provocaron tal decisión, sino que lo único que contaba para ella era que la víctima era su padre.

Viendo las necesidades de la gente, como la empresa minera en la que trabajaban la mayor parte de ellos iba camino de la ruina y pronto se encontrarían en la calle, gracias a la ayuda que recibí del Gobierno Vasco, conseguimos levantar un puente sobre el río Panda y abrir unos 80 km de carretera para que la gente pudiera desplazarse en busca de unas tierras que fueran aptas para la agricultura. El puente podía soportar un peso de 15 Tn., pero nadie hace caso de rótulo en el que está indicado y pasan vehículos, que cuando vienen cargados de minerales, pesan más del doble de lo que está permitido, causando un gran malestar en la población, que teme que algún día, a causa del abuso de los transportistas, vayan a ocasionar la destrucción del puente y no van a contar con otra posibilidad para atravesar el río y llegar a sus campos para cultivar, ya que hoy en día no cuentan con otros medios de subsistencia porque ya han abandonado la fábrica.

La gente está quejosa por lo que está ocurriendo, pero aquellos cuyos hijos o hermanos son los que conducen esos camiones, no aceptan las críticas, puesto que salen en defensa de sus parientes ya que no tienen otro medio de vida. Por eso se hace difícil la formación de la gente puesto que lo que es bueno para unos es malo para otros No existen las normas objetivas, todo es subjetivo, según las conveniencias del momento.
En la parroquia hemos levantado un complejo escolar al que acuden unos 2.500 niños y en torno a ella hemos plantado más de 1.200 árboles frutales, en su mayoría mangos, aunque también hay guayabas, aguacates, papayas, etc. Los frutos son para la gente, no para la parroquia o para los alumnos que frecuentan la escuela. Hemos ocupado una zona que no estaba atendida por nadie, llena de maleza, zarzas, y poblada por serpientes, ratas, etc. Se ha transformado totalmente el paraje y ahora aparece como un lugar limpio, de sombra, en el que van a jugar los niños y los estudiantes se aprovechan de sus sombras para preparar las lecciones y celebrar sus encuentros. Todos estos terrenos pertenecen al ayuntamiento y con su permiso los hemos utilizado para ayudar a la población a luchar contra el hambre ya que, normalmente, aparecen sus frutos en el momento más crítico de año, cuando todavía los campos no han empezado a producir y el hambre hace su aparición en las casas. Al menos consiguen engañar al hambre con la fruta.

Estamos atravesando una temporada de creación de nuevas iglesias o sectas. Cada día aparece alguna distinta. Solamente en Panda, que tendrá unos 25.000 habitantes, hay más de 50 iglesias que predican la Palabra de Dios, cada cual a su estilo. Todas ellas necesitan un lugar de encuentro u oración. Algunos han construido una especie de tejavana con toldos de plástico junto a sus casas, pero otros prefieren construir independientemente del lugar en el que habitan, de tal forma que Panda se encuentra rodeada de un cinturón de pequeñas iglesias que cantan las alabanzas al Señor rivalizándose las unas con las otras, de forma que nos faltarán muchas cosas pero el menos tenemos ruido en abundancia.

Algunas de estas iglesias se han fijado en los terrenos pertenecientes al Ayuntamiento y que fueron trabajados por nosotros. Se interesan  precisamente por su limpieza, su arbolado, y les ha parecido  como un lugar ideal para implantar su iglesia. Saben que esos frutales han sido plantados con el permiso de las autoridades y que los frutos son propiedad de toda la gente de Panda, pero saben también que los dólares abren todas las puertas y que nadie se opondrá a sus ambiciones.

       Los miembros de una de esas sectas fueron donde el alcalde y a cambio de un par de miles de dólares se han apropiado de un terreno con cerca de 250 árboles frutales. Hemos tenido varios encuentros con las autoridades, incluso hemos denunciado el caso a instancias superiores, pero todo sin ningún resultado. ¿Dónde está el bien? ¿Dónde está el mal?. Ese terreno les pertenece ahora y no podrán ir allá los niños del pueblo a entretenerse con sus juegos ni a aprovecharse de las frutas que pudieron haber recogido en aquellos lugares.  Los de su partido político le apoyan en sus decisiones a pesar de que también ellos serán víctimas porque no podrán aprovecharse de algo que se había plantado para su beneficio. Es muy difícil hablar, enseñar, predicar, pero por otra parte estamos obligados a decir algo para que lo malo no sea considerado como bueno.
Hace muy poco hemos tenido un caso curioso en la escuela. Hay que tener en cuenta, que hoy en día el robo se ha hecho tan corriente como el respirar, es casi obligatorio. El maestro de taller aprovechaba las ausencias del responsable de la escuela para redondear su salario. Alquilaba una furgoneta, esperaba el cierre de la escuela y como tenía las llaves de garaje puesto que era de toda confianza, metía la furgoneta dentro del pabellón y lo cargaba tranquilamente de hierros y varilla, seguro de que estaba realizando una buena acción… para su familia.

Esta acción la había repetido varias veces, pero un compañero de trabajo, descontento porque nunca le tocaba nada en el reparto de los beneficios, denunció ante el responsable de la escuela las fechorías del maestro. Se hizo una investigación y se descubrió que los hierros que  tenían almacenados y que tenían que ser empleados por los alumnos, habían mermado considerablemente. Como es normal, él negaba todas las acusaciones y quería que recayeran sobre otros las culpas que le achacaban. El cerco se iba estrechando cada vez más sobre su figura y al final terminaron por prescindir de sus servicios.

Habían acumulado cantidad de pruebas sobre sus actuaciones en perjuicio de la escuela. El ladrón sospechaba de uno de los mecánicos de la escuela como el probable autor del “soplo” y trató de amenazarle por todos los medios para que no viviera tranquilo e incluso se decidiera a abandonar el empleo que tenía, para que lejos de su presencia, pudiera recobrar la paz.
_ “Ya sé que has sido tú quien me ha denunciado, pero ya te puedes preparar porque mi padre es un gran hechicero y te puede ocurrir cualquier cosa mala”. Estas amenazas no se toman a risa y vino donde mí para que le bendijera y mi oración le protegiera de las fuerzas del mal que el hechicero podría arrojar contra él. Además, daba la casualidad de que por aquellos días había comenzado a sentir unas molestias en una de las piernas y según le habían explicado sus familiares, esos dolores podrían convertirse en úlceras de difícil curación que le apartarían del trabajo durante muchos meses y se vería imposibilitado de seguir pagando los estudios de sus hijos.

Afortunadamente, mis bendiciones surtieron efecto porque poco a poco fue recobrando la normalidad y el hechicero perdió todo su poder sobre él. Está muy agradecido por mi actuación porque le salvé de un peligro inminente, pero eso no quita para que cada vez que sale con el camión de casa, para
hacer un transporte para la escuela, no haga también algún viaje para él aprovechando que se le han confiado las llaves de contacto del vehículo y es muy difícil controlar el tiempo en hacer el transporte solicitado porque siempre hay obstáculos imprevisibles que entorpecen la circulación: la policía, los agentes del Seguro, el personal del Ayuntamiento, etc., que solicitan papeles y permisos para controlar el tráfico, aunque lo que más les interesa no es que estén en orden sino el aprovechar esas paradas para sacar alguna propina de los chóferes  a quienes piden dinero abiertamente bajo la amenaza de conducirles a la comisaría porque son muy pocos los que circulan con todos los documentos requeridos.

El país cuenta con la asistencia de muchas ONGs que solucionan no pocos problemas del gobierno. El Congo es un país muy rico y algunos países aseguran su entrada en él gracias a las ayudas que prestan sus ONGs. No hay una política que aglutine los esfuerzos de todas esas ONGs sino que se trabaja libremente, haciendo cada cual lo que quiere o lo que puede.

Estamos levantando un nuevo poblado en la selva a 55 Km de casa, para que un buen grupo de gentes sin trabajo encuentren una forma de ganarse la vida. Ya hemos construido, con el trabajo de todos, un almacén, un molino, un ambulatorio, una maternidad, una iglesia, y poco a poco vamos poniendo en pie una escuela para que los niños de todo un valle, que tendrá unos 20 Km de largo, dispongan de un lugar en el que formarse ya que en sus poblados no cuentan con un centro que les permita salir de su ignorancia.
Nos está costando muchísimo porque no tenemos los medios necesarios para llevar a cabo tal empresa y para disminuir costos trabajamos todos los de este poblado y se les invita además a la gente de los poblados vecinos para que se unan a nuestros esfuerzos puesto que sus hijos vienen también a estudiar en nuestro centro.

Los niños vienen andando desde sus poblados que están situados a 8, 10, 15 o más kilómetros y como no pueden volver a sus casas, sobre todo en la época lluviosa, tienen que dormir sobre el suelo de cemento de una de las clases porque todavía no hemos podido comprar unas camas sobre las que puedan reposar dignamente.


Ha aparecido por aquella zona una ONG, que creo que es americana, que va construyendo escuelas por los poblados, aunque éstos no tengan los niños suficientes para llenarlos e incluso quieren levantar algún internado para alojar a los alumnos. Les hemos pedido trabajar juntos para que con el esfuerzo de todos, podamos hacer algo que merezca la pena y redunde en bien de todos ellos.

Se han negado, porque los congoleños que dirigen esta ONG no quieren que ningún extraño meta las narices en sus cuentas, ya que si actúan ellos solos, pueden engañar con facilidad, con la ayuda de informes falsos, a los que les envían el dinero, exagerando en ellos la labor realizada y percibiendo un dinero cuyo monto solo lo conocen los responsables, para continuar las labores de desarrollo de este país tercermundista.

Lo más duro para permanecer en este país no es la pobreza, la falta de hospitales o escuelas, sino la destrucción de los valores humanos que se ha operado estos últimos años y que dificulta la capacidad de creer, de comprometerse, de superar los aspectos negativos de su cultura… de los que hablaremos también en el próximo número.

Un abrazo.                                                  
                                                                       Xabier