viernes, 20 de marzo de 2015

Queridos amigos:
           Kabulumbu es un pueblo que había comenzado a construir en medio de la selva para dar salida a la población que se encontraba sin trabajo o tenían que ir a la empresa aún a sabiendas que no podrían esperar un sueldo a final de mes.  Habíamos comenzado con mucha ilusión. Se encuentra a unos 55 Km de Panda y familias enteras se habían desplazado para vivir de la agricultura, ocuparse de sus campos, comenzar una forma nueva de vida, crear lazos de solidaridad donde el slogan de “todos para uno y uno para todos” se hiciera realidad.

          Todos alababan la iniciativa porque habían encontrado qué comer y  habían disminuido sus desgracias. Sabíamos que estábamos en el comienzo y que vendrían épocas duras en la medida en la que tratáramos de consolidar las relaciones entre ellos. Cuando todos eran pobres y no tenían recursos para salir de la pobreza, porque únicamente trabajaba la empresa minera Gecamines, se veía ilusión en la gente, y los jóvenes trabajan con entusiasmo acompañando a sus padres.

          Pero fueron apareciendo las pequeñas empresas mineras, chinos e indios en su mayoría, que pagaban semanalmente a sus trabajadores y el tener un dinero en el bolsillo, les tentó a los nuestros, que normalmente, se ven obligados a esperar la llegada de la cosecha para tener unos euros, y poco a poco  fueron desapareciendo para formar parte de ese grupo de “mineros artesanales” que se juegan la vida en canteras y galerías sin ningún tipo de protección, con la única esperanza de que el sábado van a recibir la paga que les permitirá divertirse o comprarse tal vez una camisa para pavonearse ante sus camaradas.

            Han transcurrido doce años desde el comienzo de esta experiencia. Ellos  mismos  prepararon  unas  normas  de convivencia,  que  todo  el  mundo
 debía aceptarlas, si es que quería permanecer en aquellas tierras. Pero la rigidez del primer momento se fue resquebrajando y ahora cada cual hace lo que mejor le parece pero intentando aparecer como un fiel cumplidor de lo establecido para que nadie se fije en él y pueda actuar como mejor le parezca.

            Estando así las cosas, comenzamos la construcción de la escuela. El director de la escuela primaria parecía comprender el nuevo estilo que queríamos implantar en Kabulumbu y participaba en todas las reuniones de los miembros, ofreciendo siempre su colaboración y su saber hacer para que el proyecto no fracasara.

            El Gobierno no se hacía cargo de la escuela y he estado poniendo mensualmente unos 300 $ para estimular a los maestros, y juntamente con lo poco que podían pagar los padres de los alumnos, nos íbamos defendiendo.  De esta forma todo el valle contaba con una escuela a la que podían enviar sus hijos, con la seguridad de que iban a aprender algo, a diferencia de lo que ocurre en sus pequeños poblados en los que el maestro envía a los alumnos a trabajar sus campos y como no reciban a tiempo el salario que les ha sido asignado por el gobierno por su antigüedad en la enseñanza, obligan a los padres a pagarles su salario o a que les ofrezcan un par de gallinas o una cabra, para cumplir con su cometido.

            Al cabo de un tiempo, el director de la escuela comenzó a interesarse más por el dinero y las bebidas alcohólicas que fabricaban a escondidas, que en el seguimiento de los programas escolares. Eso molestó a los responsables de la asociación y comenzaron a seguir más de cerca  las andanzas del director, descubriendo que su afición no iba solo por la bebida sino que al mismo tiempo se interesaba también por las “cantineras”, y de esta forma se creó un enfrentamiento entre el director de la escuela y el director de la asociación.

            El director de la escuela es hijo de la región y creía que eso le iba a dar peso para enfrentarse con los de la asociación, que a fin de cuentas no son naturales de esa zona, y comenzó amenazando a todos los “extranjeros” que habían venido a sus tierras para sacar provecho de ellas pero que les podría costar incluso la vida, porque poco antes había muerto ya un miembro de la asociación y hacía saber a todo el mundo que también él había tenido parte en ello. (No se trataba de un asesinato, sino de una muerte por procedimientos mágicos, hechizos, etc.). La gente  cree  firmemente  en  esas  amenazas  y  sentía  insegura,  desprotegida.  Sin embargo el director se fue ganando la enemistad de la mayoría y le denunciaron ante el Jefe de la tribu por las amenazas que estaba profiriendo y decidieron trasladarle a otro pueblo, para que de esta forma la paz volviera a reinar en Kabulumbu.

            Han enviado un nuevo director a nuestra escuela pero todavía es un poco pronto para poder dar un juicio sobre su comportamiento y su valía.

          La historia que os cuento ocurrió hace poco tiempo. La diferencia entre el  mundo europeo y el africano no es solo cuestión del color de la piel sino de las distintas formas de pensar de ambos y que nos complica a la hora de comprenderles y presentarles unas verdades que nos parecen fundamentales. Me la fue relatada por “el chico de la película”, es decir, por el mismo que las sufrió, que aunque no vive en las cercanías de la parroquia, la situación crítica en la que se encontraba le movió a tocar todas las puertas que pudo y cuando llegó a mi casa le pedí que me contara lo que le había sucedido.

            En este vagabundear buscando trabajo, se casó y juntamente con su mujer fueron a instalarse a un población muy conocida por sus minas de diamantes. Allí compraron una casa y con una bicicleta hacía comercio para transportar los sacos de tierra con minerales de diamante y alimentar al mismo tiempo su pequeña tienda a la que  atendía su mujer.

             Las casas en general son de una sola planta, y están rodeadas por una parcela de terreno. Un día una cuadrilla de amigos, que ya se habían puesto “morados” con cerveza indígena, discutieron acaloradamente en su parcela, llegaron a las manos y como consecuencia de la reyerta murió uno de ellos. Le detienen al chico porque la muerte había ocurrido en su parcela. Va a la cárcel por tal delito, pero después de una breve estancia en prisión, sobornan al carcelero y se escapa con su mujer y su hijo.

             Se van hacia una población vecina, pero a pesar de todo, alejada de más de 150 Km.. Es la época de las lluvias. Van a pie por falta de dinero. Se empapan repetidamente. El crío no puede soportar esas circunstancias y se les muere en el camino. Lo entierran ellos mismos en la selva junto al camino. Siguen caminando, llegan a Kananga donde pidiendo a unos y otros consiguen pagar un billete de tren que los acerque de nuestras tierras.  
            Había conseguido trabajo en las minas de Kolwezi. (Está a 200 Km de nuestra zona). Con el paso del tiempo, la familia se fue haciendo grande. Tenían ya cuatro hijos pero con tan mala fortuna que él enfermó y murió al poco tiempo. Vivían de alquiler, la casa no era suya y el propietario les impidió celebrar el duelo en esa casa para evitar que la afluencia de gente extraña estropeara las habitaciones. El hermano mayor del padre decidió poner el duelo en su casa.

            La esposa del difunto y los parientes de ella, acusaron a la familia del marido, es decir al hermano mayor del padre de la víctima y al resto de la familia, de ser ellos los causantes de la muerte y por tanto decidieron no participar en ningún gasto del duelo  y del entierro.  Es un pacto que lo hicieron en secreto porque tenían miedo de que si les acusaran a los otros de hechicería y de haber sido los asesinos del difunto, eso podría acarrear peleas y por si acaso contrataron a dos “catchers” (luchadores de boxeo) para protegerles en caso de pelea.

             Con motivo de un duelo, los allegados van llegando poco a poco y cada cual contribuye con lo que puede. Una suma de dinero, azúcar para tomar café por las noches, bebidas para la gente que pueda aparecer, harina para alimentar a los que ya se han presentado en el duelo, etc., Y estando en esa tensión llegó una hermana de la viuda con un saco de harina que había comprado para la ocasión. Ella no sabía  que éstos habían decidido que no iban a colaborar. En cuanto llegó, se enteró de la decisión que habían tomado y entonces dejó el saco en la cocina sin presentarlo al amo de la casa en el que se celebra el duelo, que es lo que normalmente se suele hacer.

             La gente está acostumbrada a que les den de comer y muchos hambrientos que llevan un par de días sin probar bocado, porque no encuentran trabajo, aprovechan estos acontecimientos para satisfacer su apetito durante el duelo y en este caso concreto, aunque no tenían con qué dar de comer a todos los que se habían juntado, no se atrevieron a abrir ese saco. Decidieron que no podían tocarlo porque no  podían ayudar a la familia del difunto. Consiguieron que alguien les prestara un saco de harina y con ello pudieron terminar el duelo con normalidad.

            Me enteré que al final del duelo iban a entregar el saco a la viuda para que diera de comer a los cuatro hijos del matrimonio que habían quedado huérfanos. El hermano del padre y los de su clan se vieron obligados a hacer todo lo posible para comprar el ataúd,  alquilar el   vehículo  fúnebre, los  gastos  administrativos para  el
cementerio, etc. Y como por mucho  que  insistían no les llegaba el  dinero, vinieron unos allegados donde mí para saber si no les podría ayudar porque se encontraban sin medios para enterrar a su pariente. Sabían que les había ayudado en anteriores ocasiones y ahora trataban de probar fortuna porque ellos no tenían un clavel y hacían lo posible para no meterse en préstamos cuyos intereses van creciendo de un mes a otro.

            Normalmente, las divisiones entre las dos familias se acentúan en el momento de la muerte de uno de ellos. Siempre hay algún familiar que ha ido a consultar al adivino y éste le ha dicho que el causante de la muerte de su familiar es debido a la actuación maléfica de uno de los miembros de la otra familia y eso ocasiona no pocos conflictos, la privación de los pocos bienes que puedan tener e incluso venganzas que pueden llegar hasta la muerte.

Seguimos con la antigua historia que comencé hace varios números en la que una religiosa me comenta su situación personal debido a las actuaciones de su hermana pequeña que está considerada como hechicera por toda la familia. Esta religiosa puede ir a misa cada día, comulgar, rezar con todo el fervor, pero dentro lleva toda esa cultura tradicional que le impide ser libre, quisiera creer como cualquiera de nosotros, pero no se atreve. Se siente bombardeada constantemente por las opiniones de sus hermanos y familiares y ello le incapacita a aceptar en la realidad la presencia de un Padre que vela por sus hijos. Teóricamente lo ve con claridad, pero en la práctica se siente más tranquila refugiada en sus creencias.

            Según me contaba, su hermana fue hechizada por su abuela paterna cuando tenía dos años. A los seis años descubrieron su situación. Hacía tiempo que un grupo de hechiceros quería matar a su padre pero no lo conseguían, hasta que enterada la hermana pequeña, se unió  a la banda y lo liquidaron enseguida. Han tenido que quitar todas las imágenes religiosas de la casa porque según el pastor que fue a exorcizar a la embrujada, detrás de cada cuadro se escondían malos espíritus. Su hermano mayor, cansado por las acciones de su hermana, un día se presentó en casa y le arreó una soberana paliza, pero a pesar de todo no consiguió quitarle los maleficios. Ella dice que es la mujer de Lucifer y tiene la categoría de reina.

        Está dando clases en una escuela de monjas, de la misma congregación de la religiosa que me cuenta estas historias. Viendo que no hacen carrera con ella, ha llamado a la responsable de la escuela en la que trabaja para que la despache porque podría hechizar a alguno de los críos y menudo escándalo que iban a dar al saber que una hechicera estaba dando clases. Pero además, podría ser que entre todos los críos, alguno de ellos fuera también hechicero y lo iba a desvelar, porque se podrían encontrar en alguna de las reuniones nocturnas que celebran entre ellos. Ella le ha llamado también a su hermana para que deje de enseñar, pero la otra se resiste, no quiere escuchar a nadie y las palizas no le afectan.

            Ella sigue viviendo en la casa de su madre. Están las dos solas porque ninguno más de la familia quiere compartir el mismo techo. Hace poco, estando la madre sola, sintió una especie de desvanecimiento y perdió el conocimiento, Al despertarse se encontró con que estaba vigilada por dos demonios, uno sentado a su derecha y otro a su izquierda y para colmo de males, una gran serpiente le pasó sobre su cuerpo y despareció detrás de la puerta. Ante tal susto volvió a perder el conocimiento y no sé lo que hubiera pasado si una de las hijas, de paso de hacer las compras, pasó a saludar a su madre y al no contestar a su llamada entró en casa y se encontró con su madre en el suelo y sin conocimiento. Empezó a gritar, acudieron los vecinos, y consiguieron reanimar a la madre.      
   
                 Al preguntarla qué es lo que le había ocurrido, la madre explicó las apariciones qué había tenido y la hermana llamó a toda la familia para ponerles al corriente de los hechos. No dudaron un instante en acusar a la hermana hechicera de todas esas fechorías y entre todos la dieron otra soberana paliza y la expulsaron de casa. Se fue a vivir con el pastor de una secta a la que asistía con cierta regularidad, pero también allí debió ocurrir algo porque el pastor  terminó por expulsarla y ahora nadie sabe dónde vive.

                El Ayuntamiento de un barrio de Likasi que se llama Kikula, fue asaltado hace unos años por los estudiantes de secundaria en protesta porque un automovilista había atropellado a una estudiante, a la que ni siquiera le rompió una pierna. Lo arrasaron.  Quedaron únicamente las paredes, porque se llevaron hasta los marcos de las puertas y de las ventanas, pero sigue funcionando, no ya dentro de unas habitaciones, o en un espacio cubierto, sino al aire libre, aprovechando la sombra que les proporcionan los árboles cercanos. Es curioso, pero verdaderamente triste, verle al alcalde sentado en una silla atendiendo a los que quieren hablar con él. Los presos permanecen maniatados apoyándose en una pared o sentados a la sombra, en espera de ser trasladados a la cárcel.

            De esto han pasado más de cinco años y no hay un signo que demuestre que hay una voluntad de reconstruir. El gobierno les ha dicho que no piensa darles ni un euro para rehacer el ayuntamiento y que son ellos mismos los que lo tienen que arreglar si les interesa tenerlo. Delante, hay una especie de plazoleta en la que han colocado una pantalla grande para ver los partidos de futbol, que normalmente son de noche.  Acude mucha gente. Siempre hay quien trata de sacar provecho de las circunstancias que se presentan y como hay mucho miedo entre la gente porque se dan casos de asesinatos, alguno de los que asisten al espectáculo, cuando todo el mundo está excitado por el gol que parece que viene, tira un petardo, la gente piensa que se trata de un disparo y sale todo el mundo corriendo pensando que están siendo atacados por los militares, y en las carreras pierden los zapatos, se les caen los móviles y la plaza aparece llena de ”regalos” que lo aprovechan inmediatamente el autor del petardo y la banda que estaba conchabada y desaparecen tan pronto como se han apoderado del botín. Cuando la gente se da cuenta que no era más que una falsa alarma y vuelve al lugar en busca de sus objetos, constatan que todo ha desaparecido pero no tienen dónde reclamar. No es una broma. Es un hecho real.

            Un abrazo.

                                                           Xabier