Queridos
amigos:
Kabulumbu es un pueblo que había comenzado a construir en medio de la
selva para dar salida a la población que se encontraba sin trabajo o tenían que
ir a la empresa aún a sabiendas que no podrían esperar un sueldo a final de
mes. Habíamos comenzado con mucha ilusión. Se encuentra a unos 55 Km de
Panda y familias enteras se habían desplazado para vivir de la agricultura,
ocuparse de sus campos, comenzar una forma nueva de vida, crear lazos de
solidaridad donde el slogan de “todos para uno y uno para todos” se hiciera
realidad.
Todos alababan la iniciativa porque habían encontrado qué comer y habían
disminuido sus desgracias. Sabíamos que estábamos en el comienzo y que vendrían
épocas duras en la medida en la que tratáramos de consolidar las relaciones
entre ellos. Cuando todos eran pobres y no tenían recursos para salir de la
pobreza, porque únicamente trabajaba la empresa minera Gecamines, se veía ilusión
en la gente, y los jóvenes trabajan con entusiasmo acompañando a sus padres.
Pero fueron apareciendo las pequeñas empresas mineras, chinos e indios en su
mayoría, que pagaban semanalmente a sus trabajadores y el tener un dinero en el
bolsillo, les tentó a los nuestros, que normalmente, se ven obligados a esperar
la llegada de la cosecha para tener unos euros, y poco a poco fueron
desapareciendo para formar parte de ese grupo de “mineros artesanales” que se
juegan la vida en canteras y galerías sin ningún tipo de protección, con la
única esperanza de que el sábado van a recibir la paga que les permitirá
divertirse o comprarse tal vez una camisa para pavonearse ante sus camaradas.
Han transcurrido doce años desde el comienzo de esta experiencia. Ellos mismos
prepararon unas normas
de convivencia, que todo
el mundo
debía
aceptarlas, si es que quería permanecer en aquellas tierras. Pero la rigidez
del primer momento se fue resquebrajando y ahora cada cual hace lo que mejor le
parece pero intentando aparecer como un fiel cumplidor de lo establecido para
que nadie se fije en él y pueda actuar como mejor le parezca.
Estando así las cosas, comenzamos la construcción de la escuela. El director de
la escuela primaria parecía comprender el nuevo estilo que queríamos implantar
en Kabulumbu y participaba en todas las reuniones de los miembros, ofreciendo
siempre su colaboración y su saber hacer para que el proyecto no fracasara.
El Gobierno no se hacía cargo de la escuela y he estado poniendo mensualmente
unos 300 $ para estimular a los maestros, y juntamente con lo poco que podían
pagar los padres de los alumnos, nos íbamos defendiendo. De esta forma
todo el valle contaba con una escuela a la que podían enviar sus hijos, con la
seguridad de que iban a aprender algo, a diferencia de lo que ocurre en sus
pequeños poblados en los que el maestro envía a los alumnos a trabajar sus
campos y como no reciban a tiempo el salario que les ha sido asignado por el
gobierno por su antigüedad en la enseñanza, obligan a los padres a pagarles su
salario o a que les ofrezcan un par de gallinas o una cabra, para cumplir con
su cometido.
El director de la escuela es hijo de la región y creía que eso le iba a dar
peso para enfrentarse con los de la asociación, que a fin de cuentas no son
naturales de esa zona, y comenzó amenazando a todos los “extranjeros” que
habían venido a sus tierras para sacar provecho de ellas pero que les podría
costar incluso la vida, porque poco antes había muerto ya un miembro de la
asociación y hacía saber a todo el mundo que también él había tenido parte en
ello. (No se trataba de un asesinato, sino de una muerte por procedimientos
mágicos, hechizos, etc.). La gente
cree firmemente en
esas amenazas y
sentía insegura, desprotegida. Sin embargo el director se fue ganando la enemistad de la mayoría
y le denunciaron ante el Jefe de la tribu por las amenazas que estaba
profiriendo y decidieron trasladarle a otro pueblo, para que de esta forma la
paz volviera a reinar en Kabulumbu.
Han enviado un nuevo director a nuestra escuela pero todavía es un poco pronto
para poder dar un juicio sobre su comportamiento y su valía.
La historia que os
cuento ocurrió hace poco tiempo. La diferencia entre el mundo europeo y
el africano no es solo cuestión del color de la piel sino de las distintas
formas de pensar de ambos y que nos complica a la hora de comprenderles y
presentarles unas verdades que nos parecen fundamentales. Me la fue relatada
por “el chico de la película”, es decir, por el mismo que las sufrió, que
aunque no vive en las cercanías de la parroquia, la situación crítica en la que
se encontraba le movió a tocar todas las puertas que pudo y cuando llegó a mi
casa le pedí que me contara lo que le había sucedido.
En
este vagabundear buscando trabajo, se casó y juntamente con su mujer fueron a
instalarse a un población muy conocida por sus minas de diamantes. Allí
compraron una casa y con una bicicleta hacía comercio para transportar los
sacos de tierra con minerales de diamante y alimentar al mismo tiempo su
pequeña tienda a la que atendía su mujer.
Las
casas en general son de una sola planta, y están rodeadas por una parcela de
terreno. Un día una cuadrilla de amigos, que ya se habían puesto “morados” con
cerveza indígena, discutieron acaloradamente en su parcela, llegaron a las
manos y como consecuencia de la reyerta murió uno de ellos. Le detienen al chico
porque la muerte había ocurrido en su parcela. Va a la cárcel por tal delito,
pero después de una breve estancia en prisión, sobornan al carcelero y se
escapa con su mujer y su hijo.
Se
van hacia una población vecina, pero a pesar de todo, alejada de más de 150
Km.. Es la época de las lluvias. Van a pie por falta de dinero. Se empapan
repetidamente. El crío no puede soportar esas circunstancias y se les muere en
el camino. Lo entierran ellos mismos en la selva junto al camino. Siguen caminando,
llegan a Kananga donde pidiendo a unos y otros consiguen pagar un billete de
tren que los acerque de nuestras tierras.
Había
conseguido trabajo en las minas de Kolwezi. (Está a 200 Km de nuestra zona).
Con el paso del tiempo, la familia se fue haciendo grande. Tenían ya cuatro
hijos pero con tan mala fortuna que él enfermó y murió al poco tiempo. Vivían
de alquiler, la casa no era suya y el propietario les impidió celebrar el duelo
en esa casa para evitar que la afluencia de gente extraña estropeara las
habitaciones. El hermano mayor del padre decidió poner el duelo en su casa.
La
esposa del difunto y los parientes de ella, acusaron a la familia del marido,
es decir al hermano mayor del padre de la víctima y al resto de la familia, de
ser ellos los causantes de la muerte y por tanto decidieron no participar en
ningún gasto del duelo y del entierro. Es un pacto que lo hicieron
en secreto porque tenían miedo de que si les acusaran a los otros de hechicería
y de haber sido los asesinos del difunto, eso podría acarrear peleas y por si
acaso contrataron a dos “catchers” (luchadores de boxeo) para protegerles en
caso de pelea.
Con
motivo de un duelo, los allegados van llegando poco a poco y cada cual
contribuye con lo que puede. Una suma de dinero, azúcar para tomar café por las
noches, bebidas para la gente que pueda aparecer, harina para alimentar a los
que ya se han presentado en el duelo, etc., Y estando en esa tensión llegó una
hermana de la viuda con un saco de harina que había comprado para la ocasión.
Ella no sabía que éstos habían decidido que no iban a colaborar. En
cuanto llegó, se enteró de la decisión que habían tomado y entonces dejó el
saco en la cocina sin presentarlo al amo de la casa en el que se celebra el
duelo, que es lo que normalmente se suele hacer.
La
gente está acostumbrada a que les den de comer y muchos hambrientos que llevan
un par de días sin probar bocado, porque no encuentran trabajo, aprovechan
estos acontecimientos para satisfacer su apetito durante el duelo y en este
caso concreto, aunque no tenían con qué dar de comer a todos los que se habían
juntado, no se atrevieron a abrir ese saco. Decidieron que no podían tocarlo
porque no podían ayudar a la familia del difunto. Consiguieron que
alguien les prestara un saco de harina y con ello pudieron terminar el duelo
con normalidad.
Me
enteré que al final del duelo iban a entregar el saco a la viuda para que diera
de comer a los cuatro hijos del matrimonio que habían quedado huérfanos. El
hermano del padre y los de su clan se vieron obligados a hacer todo lo posible
para comprar el ataúd, alquilar el vehículo fúnebre, los gastos administrativos para el
cementerio, etc. Y como por mucho que insistían
no les llegaba el dinero, vinieron unos allegados donde mí para saber si
no les podría ayudar porque se encontraban sin medios para enterrar a su
pariente. Sabían que les había ayudado en anteriores ocasiones y ahora trataban
de probar fortuna porque ellos no tenían un clavel y hacían lo posible para no
meterse en préstamos cuyos intereses van creciendo de un mes a otro.
Normalmente,
las divisiones entre las dos familias se acentúan en el momento de la muerte de
uno de ellos. Siempre hay algún familiar que ha ido a consultar al adivino y
éste le ha dicho que el causante de la muerte de su familiar es debido a la
actuación maléfica de uno de los miembros de la otra familia y eso ocasiona no
pocos conflictos, la privación de los pocos bienes que puedan tener e incluso
venganzas que pueden llegar hasta la muerte.
Seguimos con la antigua historia que
comencé hace varios números en la que una religiosa me comenta su situación
personal debido a las actuaciones de su hermana pequeña que está considerada
como hechicera por toda la familia. Esta religiosa puede ir a misa cada día,
comulgar, rezar con todo el fervor, pero dentro lleva toda esa cultura
tradicional que le impide ser libre, quisiera creer como cualquiera de
nosotros, pero no se atreve. Se siente bombardeada constantemente por las
opiniones de sus hermanos y familiares y ello le incapacita a aceptar en la
realidad la presencia de un Padre que vela por sus hijos. Teóricamente lo ve
con claridad, pero en la práctica se siente más tranquila refugiada en sus
creencias.
Según
me contaba, su hermana fue hechizada por su abuela paterna cuando tenía dos
años. A los seis años descubrieron su situación. Hacía tiempo que un grupo de
hechiceros quería matar a su padre pero no lo conseguían, hasta que enterada la
hermana pequeña, se unió a la banda y lo liquidaron enseguida. Han tenido
que quitar todas las imágenes religiosas de la casa porque según el pastor que
fue a exorcizar a la embrujada, detrás de cada cuadro se escondían malos
espíritus. Su hermano mayor, cansado por las acciones de su hermana, un día se
presentó en casa y le arreó una soberana paliza, pero a pesar de todo no
consiguió quitarle los maleficios. Ella dice que es la mujer de Lucifer y tiene
la categoría de reina.
Está
dando clases en una escuela de monjas, de la misma congregación de la religiosa
que me cuenta estas historias. Viendo que no hacen carrera con ella, ha llamado
a la responsable de la escuela en la que trabaja para que la despache porque
podría hechizar a alguno de los críos y menudo escándalo que iban a dar al
saber que una hechicera estaba dando clases. Pero además, podría ser que entre
todos los críos, alguno de ellos fuera también hechicero y lo iba a desvelar,
porque se podrían encontrar en alguna de las reuniones nocturnas que celebran
entre ellos. Ella le ha llamado también a su hermana para que deje de enseñar,
pero la otra se resiste, no quiere escuchar a nadie y las palizas no le
afectan.
Ella
sigue viviendo en la casa de su madre. Están las dos solas porque ninguno más
de la familia quiere compartir el mismo techo. Hace poco, estando la madre
sola, sintió una especie de desvanecimiento y perdió el conocimiento, Al
despertarse se encontró con que estaba vigilada por dos demonios, uno sentado a
su derecha y otro a su izquierda y para colmo de males, una gran serpiente le
pasó sobre su cuerpo y despareció detrás de la puerta. Ante tal susto volvió a
perder el conocimiento y no sé lo que hubiera pasado si una de las hijas, de
paso de hacer las compras, pasó a saludar a su madre y al no contestar a su
llamada entró en casa y se encontró con su madre en el suelo y sin
conocimiento. Empezó a gritar, acudieron los vecinos, y consiguieron reanimar a
la madre.
Al preguntarla qué es lo que
le había ocurrido, la madre explicó las apariciones qué había tenido y la
hermana llamó a toda la familia para ponerles al corriente de los hechos. No
dudaron un instante en acusar a la hermana hechicera de todas esas fechorías y
entre todos la dieron otra soberana paliza y la expulsaron de casa. Se fue a
vivir con el pastor de una secta a la que asistía con cierta regularidad, pero
también allí debió ocurrir algo porque el pastor terminó por expulsarla y
ahora nadie sabe dónde vive.
El Ayuntamiento de un barrio de
Likasi que se llama Kikula, fue asaltado hace unos años por los estudiantes de
secundaria en protesta porque un automovilista había atropellado a una
estudiante, a la que ni siquiera le rompió una pierna. Lo arrasaron.
Quedaron únicamente las paredes, porque se llevaron hasta los marcos de
las puertas y de las ventanas, pero sigue funcionando, no ya dentro de unas
habitaciones, o en un espacio cubierto, sino al aire libre, aprovechando la
sombra que les proporcionan los árboles cercanos. Es curioso, pero
verdaderamente triste, verle al alcalde sentado en una silla atendiendo a los
que quieren hablar con él. Los presos permanecen maniatados apoyándose en una
pared o sentados a la sombra, en espera de ser trasladados a la cárcel.
De
esto han pasado más de cinco años y no hay un signo que demuestre que hay una
voluntad de reconstruir. El gobierno les ha dicho que no piensa darles ni un
euro para rehacer el ayuntamiento y que son ellos mismos los que lo tienen que
arreglar si les interesa tenerlo. Delante, hay una especie de plazoleta en la
que han colocado una pantalla grande para ver los partidos de futbol, que
normalmente son de noche. Acude mucha gente. Siempre hay quien trata de
sacar provecho de las circunstancias que se presentan y como hay mucho miedo
entre la gente porque se dan casos de asesinatos, alguno de los que asisten al
espectáculo, cuando todo el mundo está excitado por el gol que parece que
viene, tira un petardo, la gente piensa que se trata de un disparo y sale todo
el mundo corriendo pensando que están siendo atacados por los militares, y en
las carreras pierden los zapatos, se les caen los móviles y la plaza aparece
llena de ”regalos” que lo aprovechan inmediatamente el autor del petardo y la
banda que estaba conchabada y desaparecen tan pronto como se han apoderado del
botín. Cuando la gente se da cuenta que no era más que una falsa alarma y
vuelve al lugar en busca de sus objetos, constatan que todo ha desaparecido
pero no tienen dónde reclamar. No es una broma. Es un hecho real.
Un
abrazo.
Xabier